Parece que estamos en puertas de la implantación de un nuevo sistema de facturación entre distribuidores y exhibidores. Lo podríamos denominar “per cápita” y, antes de intentar explicar en qué consiste habrá que recordar el sistema que funciona en la actualidad, el cobro de un porcentaje de la recaudación de taquilla (sistema aplicable a la inmensa mayoría de cines que exhiben películas de estreno en su fecha de lanzamiento).
Del dinero que recauda el cine el distribuidor se lleva una parte, un porcentaje que va decreciendo a medida que se suceden semanas de exhibición. En el caso de películas con perspectiva de obtener buenos resultados comerciales ese porcentaje suele arrancar con el 60% en la primera (o primeras) semana y va descendiendo un 5% en semanas subsiguientes.
Dado que en ese tipo de películas (y como consecuencia del gran número de pantallas que las estrenan simultáneamente y de las estrategias de marketing de las distribuidoras -grandes campañas publicitarias para generar consumo rápido-) la gran parte de la recaudación se concentra en las primeras semanas, el porcentaje final suele ser más favorable al distribuidor que al exhibidor. Es decir, lo que le queda al cine una vez liquidada la parte del distribuidor (lo que el exhibidor denomina Film Rent) suele ser, en ese tipo de películas, inferior al 50% de lo recaudado.
A destacar el hecho de que, en la mayoría de casos, se estrenan las películas sin contrato previo. Es decir, suele ser habitual que no haya ningún registro de las condiciones de explotación. En ocasiones, el contrato que detalla los porcentajes que percibirá el distribuidor llega a la empresa exhibidora con posterioridad al estreno. En otros casos, se comunican via fax o mail, como hechos consumados. En el menor número de casos, el exhibidor negocia los porcentajes con anterioridad a la recepción de la copia de estreno. En la mayoría de casos, se estrena sin pactar las condiciones.
¿De qué depende, por tanto, el porcentaje que el distribuidor cargará al exhibidor por cada semana exhibida? Del resultado de taquilla. Subjetivamente, el distribuidor decidirá si factura al 60% la primera semana o si lo hace a un porcentaje inferior (según el resultado obtenido por su película en cada cine). Y así semana a semana. Con mucha (demasiada) frecuencia, el distribuidor emite la factura al porcentaje máximo, independientemente del resultado real obtenido por la taquilla del cine.
¿Es ese el porcentaje que, ineludiblemente, pagará el exhibidor? No necesariamente. Si considera que la cifra recaudada no justifica el porcentaje facturado reclamará al distribuidor una rebaja, un abono sobre la factura inicialmente emitida. Se establece entonces una “negociación” que suele acabar con una rebaja inferior a lo solicitado por el exhibidor, sobre todo si ésta petición se refiere a las primeras semanas de exhibición (aquellas, recordemos, en que el porcentaje suele ser más favorable al distribuidor).
Este es el sistema de facturación más extendido. Algún lector rápido de reflejos (todos, estoy convencido) se preguntará si realmente el funcionamiento es tan arbitrario como parece. Pues sí, lo es. Y nadie parece especialmente interesado en introducir elementos de corrección objetivos, pactados entre las partes. Históricamente eso parece inviable. La (lícita) defensa de los intereses particulares de cada parte suelen ser el escudo (excusa) perfecto para mantener un ‘status quo’ que, aunque parece que beneficia más a un parte que a la otra, no debe ser tan injusto a la vista de cómo ambas partes siguen manteniendo sus relaciones comerciales. Pues si todos contentos, que así sea por mucho tiempo.
¿Ha sido siempre así? Hubo una época en que algunos exhibidores impusieron un sistema de pago denominado en el sector “facturación por escalas”. El cine pagaba un porcentaje determinado en función de los espectadores y/o recaudación obtenidos semanalmente. Se suponía que si la película no conseguía buenas cifras de taquilla se pagaba menos. Si la película, en cambio, remontaba y era capaz de obtener las cifras establecidas para cobrar el máximo porcentaje, lo podía recibir aunque fuese en semanas posteriores a la del estreno.
¿Quién decidía los importes que determinaban el porcentaje a cobrar? El exhibidor. ¿Qué criterios seguía para llegar a esa cifra? Normalmente eran subjetivos y no explicados ni pactados con el distribuidor. Consecuencia: la enorme desconfianza que generaba entre las partes. Hoy en día se puede decir que el sistema de escalas está fuera de circulación.
Este sistema tendría alguna similitud al que se usaba de forma mayoritaria en el mercado norteamericano denominado “house allowance”. La gran diferencia es que allí se establecía, de común acuerdo entre las partes, una cantidad que equivalía a los gastos generales del cine. Del dinero recaudado, primero se separaba la cantidad pactada para cubrir los gastos. Del remanente, se liquidaba un porcentaje para el distribuidor (arrancaba del 80 ó 90%). El resultado final venía a ser similar al que se obtiene aplicando un porcentaje sobre la taquilla, sin descontar gastos, de forma que hoy en día el sistema explicado al inicio del artículo sería el más extendido y aceptado (otra cosa es el promedio de facturación que cada cine paga a final de año, claramente más alto en España que en otros mercados equivalentes).
Llegamos por fin al nuevo sistema de facturación. Consiste en lo siguiente: el distribuidor toma como referencia el precio medio de la entrada en España en un año completo: en 2007, y siguiendo las cifras publicadas por el Ministerio de Cultura, ese precio fue de 5.51€.
A continuación, el distribuidor agrupa sus títulos en diferentes categorías según sus perspectivas comerciales (basándose en el resultado de títulos precedentes de características equivalentes).
Con ambos elementos en la mano informa al cine qué cantidad por espectador facturará semanalmente según la película sea de una categoría o de otra. Una película de categoría máxima supondrá el pago, por parte del cine, de 3.13€ en primera semana; 3.02€ en segunda, 2.91€ en tercera…
Si la película, una vez estrenada, obtiene resultados (en espectadores semanales) inferiores a lo inicialmente previsto, el distribuidor revisa la categoría y, en consecuencia, los importes a cobrar, que pasan a ser más bajos (los pertenecientes a una categoría de película inferior).
Si, por el contrario, la película se cataloga por debajo de lo que resulte ser su rendimiento real, entonces el distribuidor rectifica al alza y aplica los “per cápita” previstos para la película de categoría superior.
La cantidad por espectador a liquidar por el cine viene a sustituir al ya explicado porcentaje de taquilla. De hecho, según sea el precio medio del cine, ese “per cápita” le permitirá beneficiarse del sistema (si su precio medio es superior al de referencia) o le supondrá un sobre coste en el Film Rent ciertamente preocupante.
Para las películas de categoría máxima, los 3.13€ en primera semana suponen un 56.8% sobre el precio de referencia (5.51€); los 3.02 en segunda, un 54.8% y los 2.91 en tercera un 52.8%.
Veamos un ejemplo práctico para ver la diferencia entre un sistema y otro. Imaginemos un cine que estrena la película de categoría máxima a la cual acuden, en primera semana, 3.000 espectadores. Su precio medio es de 6.00€.
Con el sistema de porcentajes, tendría que liquidar al distribuidor el 60% de la recaudación (18.000€). Pagaría 10.800€.
Con el sistema “per cápita” pagaría, de esa misma semana y película, 3.13€ por cada espectador (un 52% de su precio medio), es decir, 9.390€. En este caso, el cine se beneficia en un 13%. Se ahorra 1.410€ en esa semana.
Si el cine, en cambio, tiene un precio medio de 4.5€ y ha reunido también a 3.000 espectadores, su recaudación habrá sido de 13.500€ y el 60% del sistema “tradicional” le supondría pagar 8.100€.
Con el sistema “per cápita” tendría que pagar los mismos 3.13€ por cada espectador (un 69.5% de su precio medio). Es decir los mismos 9.390€ que el otro cine. Eso sí, su Film Rent será un 16% más alto de que hubiese sido y habrá pagado, esa semana, 1.290€ más.
Por tanto, el distribuidor, en ciertos casos ingresará menos y en otros muchos ingresará más. A buen seguro que en el cómputo final no se dejará dinero por el camino.
Podemos intuir algunas de las motivaciones que han llevado a los distribuidores a decantarse por éste sistema. Yo apunto, fundamentalmente, dos. Por un lado, con éste sistema, se evita tener que estar pendiente de los precios medios de los cines, circuitos o provincias, muy dispares entre sí. Consecuentemente, deja de tener que preocuparse de las políticas de precio que cada cine aplique de cara a sus clientes, tema éste que en los últimos años se ha generalizado dando lugar a algún abuso. En cualquier caso, el exhibidor, con el sistema “per cápita”, sabe de antemano a qué atenerse. Sabe lo que pagará por cada espectador por lo que, a partir de ahí, podrá aplicar los precios de taquilla que considere más oportunos sabiendo que si esto le supone una reducción en su precio medio eso no le supondrá un menor importe a liquidar a su proveedor de películas.
Por otro lado, el distribuidor se evita un procedimiento farragoso: la solicitud de abonos y la concesión (más o menos parcial) de los mismos. Se acaban así interminables faxes y correos electrónicos pidiendo revisiones; horas para repasar las recaudaciones en cuestión y decidir hasta dónde se atiende la reclamación; enviar los pertinentes abonos (si los ha habido) y generar las nuevas facturas. Y otra vez el mismo proceder si el exhibidor persiste en su reclamación. Menos papeleo, menos burocracia, menos horas improductivas.
¿Qué consecuencias se pueden prever de la implantación del nuevo sistema? Yo identifico dos muy inmediatas.
Los cines con un precio medio inferior al de referencia sólo tendrán dos salidas: Mantener precios (si consideran que de otra forma pierden clientela) les supondrá verdaderas dificultades para subsistir. Difícilmente un cine puede soportar un incremento de su Film Rent vistas las cuentas de resultados y el plan de negocio de la exhibición. Muy probablemente el distribuidor ya ha previsto que una parte de los cines o bien no se sumarán al sistema (y, por tanto, dejarán de ser sus clientes) o bien cesarán su actividad. En cualquier caso, en sus cuentas, esas pérdidas deben quedar sobradamente compensadas por los incrementos que se generarán con el resto de la actividad y con los beneficios que el nuevo sistema supone a todos los efectos.
La otra opción: subir precios hasta, como mínimo, el precio medio de referencia. Esta solución se adoptará con la incógnita de si eso puede suponer pérdida de clientes y en qué medida: saber si una reducción de espectadores puede quedar compensada con el incremento de recaudación. Sólo se sabrá una vez tomada la decisión. De hecho, el distribuidor está “invitando” a éstos cines a tomar esta decisión si quiere seguir en el mercado con todas las películas al alcance de sus clientes.
Los cines que tengan un precio superior al de referencia tendrán la tentación de aumentar aún más los mismos y a hacerlo cuanto antes. Así, y hasta que finalice el año, se beneficiarán de un Film Rent inferior, cosa que su cuenta de resultados agradecerá enormemente. Hasta ahora, una subida de precios suponía, a su vez, un incremento en la partida de costes de materia prima (película): más ingresos, más a pagar al distribuidor, que se lleva un porcentaje directo de la taquilla
¿Subirán precios planteándose si puede perder clientes con esa medida? Está por ver pero yo me atrevería a identificar unas cuantas empresas con peso específico en el mercado que no dudarán ni un instante en subir precios convencidos de que sus clientes no les penalizarán por ello. Eso sí, al inicio del nuevo año, esas subidas quedarán recogidas en el nuevo precio de referencia para el nuevo curso. Pero entonces habrá doce largos meses (u once, o diez, depende del momento) para volver a subir precios y beneficiarse, de nuevo, de un Film Rent más bajo.
Se generará, por tanto, una espiral inflacionista a mi modo de ver nada recomendable en un momento como el actual. Si lo que acaba sucediendo es una subida general de precios, por un motivo o por otro, hubiese sido más deseable que, al menos, eso supusiese una reducción del Film Rent en las empresas exhibidoras, no sólo en algunos circuitos con fuerte implantación en zonas cinematográficamente punteras y desarrolladas.
Puede parecer loable que la distribución haya dedicado tiempo y esfuerzo intelectual a diseñar un nuevo sistema de facturación pero creo que hubiese sido más fructífero acordar antes medidas tendentes a mejorar la explotación global del producto que, como consecuencia, favoreciesen un mayor consumo del mismo, tales como la reducción de títulos a estrenar (menor masificación), optimización de la calidad media de las películas (mejor selección de aquello que se estrena) o revisión del número de copias, medidas todas ellas que permitirían estancias en cartel más prolongadas lo que beneficiaría al exhibidor (permitiéndole reducir su Film Rent a base de semanas de proyección y mejorando sus promedios de ocupación por sala) y al espectador, que tendría más tiempo y mejor producto para elegir.
Del dinero que recauda el cine el distribuidor se lleva una parte, un porcentaje que va decreciendo a medida que se suceden semanas de exhibición. En el caso de películas con perspectiva de obtener buenos resultados comerciales ese porcentaje suele arrancar con el 60% en la primera (o primeras) semana y va descendiendo un 5% en semanas subsiguientes.
Dado que en ese tipo de películas (y como consecuencia del gran número de pantallas que las estrenan simultáneamente y de las estrategias de marketing de las distribuidoras -grandes campañas publicitarias para generar consumo rápido-) la gran parte de la recaudación se concentra en las primeras semanas, el porcentaje final suele ser más favorable al distribuidor que al exhibidor. Es decir, lo que le queda al cine una vez liquidada la parte del distribuidor (lo que el exhibidor denomina Film Rent) suele ser, en ese tipo de películas, inferior al 50% de lo recaudado.
A destacar el hecho de que, en la mayoría de casos, se estrenan las películas sin contrato previo. Es decir, suele ser habitual que no haya ningún registro de las condiciones de explotación. En ocasiones, el contrato que detalla los porcentajes que percibirá el distribuidor llega a la empresa exhibidora con posterioridad al estreno. En otros casos, se comunican via fax o mail, como hechos consumados. En el menor número de casos, el exhibidor negocia los porcentajes con anterioridad a la recepción de la copia de estreno. En la mayoría de casos, se estrena sin pactar las condiciones.
¿De qué depende, por tanto, el porcentaje que el distribuidor cargará al exhibidor por cada semana exhibida? Del resultado de taquilla. Subjetivamente, el distribuidor decidirá si factura al 60% la primera semana o si lo hace a un porcentaje inferior (según el resultado obtenido por su película en cada cine). Y así semana a semana. Con mucha (demasiada) frecuencia, el distribuidor emite la factura al porcentaje máximo, independientemente del resultado real obtenido por la taquilla del cine.
¿Es ese el porcentaje que, ineludiblemente, pagará el exhibidor? No necesariamente. Si considera que la cifra recaudada no justifica el porcentaje facturado reclamará al distribuidor una rebaja, un abono sobre la factura inicialmente emitida. Se establece entonces una “negociación” que suele acabar con una rebaja inferior a lo solicitado por el exhibidor, sobre todo si ésta petición se refiere a las primeras semanas de exhibición (aquellas, recordemos, en que el porcentaje suele ser más favorable al distribuidor).
Este es el sistema de facturación más extendido. Algún lector rápido de reflejos (todos, estoy convencido) se preguntará si realmente el funcionamiento es tan arbitrario como parece. Pues sí, lo es. Y nadie parece especialmente interesado en introducir elementos de corrección objetivos, pactados entre las partes. Históricamente eso parece inviable. La (lícita) defensa de los intereses particulares de cada parte suelen ser el escudo (excusa) perfecto para mantener un ‘status quo’ que, aunque parece que beneficia más a un parte que a la otra, no debe ser tan injusto a la vista de cómo ambas partes siguen manteniendo sus relaciones comerciales. Pues si todos contentos, que así sea por mucho tiempo.
¿Ha sido siempre así? Hubo una época en que algunos exhibidores impusieron un sistema de pago denominado en el sector “facturación por escalas”. El cine pagaba un porcentaje determinado en función de los espectadores y/o recaudación obtenidos semanalmente. Se suponía que si la película no conseguía buenas cifras de taquilla se pagaba menos. Si la película, en cambio, remontaba y era capaz de obtener las cifras establecidas para cobrar el máximo porcentaje, lo podía recibir aunque fuese en semanas posteriores a la del estreno.
¿Quién decidía los importes que determinaban el porcentaje a cobrar? El exhibidor. ¿Qué criterios seguía para llegar a esa cifra? Normalmente eran subjetivos y no explicados ni pactados con el distribuidor. Consecuencia: la enorme desconfianza que generaba entre las partes. Hoy en día se puede decir que el sistema de escalas está fuera de circulación.
Este sistema tendría alguna similitud al que se usaba de forma mayoritaria en el mercado norteamericano denominado “house allowance”. La gran diferencia es que allí se establecía, de común acuerdo entre las partes, una cantidad que equivalía a los gastos generales del cine. Del dinero recaudado, primero se separaba la cantidad pactada para cubrir los gastos. Del remanente, se liquidaba un porcentaje para el distribuidor (arrancaba del 80 ó 90%). El resultado final venía a ser similar al que se obtiene aplicando un porcentaje sobre la taquilla, sin descontar gastos, de forma que hoy en día el sistema explicado al inicio del artículo sería el más extendido y aceptado (otra cosa es el promedio de facturación que cada cine paga a final de año, claramente más alto en España que en otros mercados equivalentes).
Llegamos por fin al nuevo sistema de facturación. Consiste en lo siguiente: el distribuidor toma como referencia el precio medio de la entrada en España en un año completo: en 2007, y siguiendo las cifras publicadas por el Ministerio de Cultura, ese precio fue de 5.51€.
A continuación, el distribuidor agrupa sus títulos en diferentes categorías según sus perspectivas comerciales (basándose en el resultado de títulos precedentes de características equivalentes).
Con ambos elementos en la mano informa al cine qué cantidad por espectador facturará semanalmente según la película sea de una categoría o de otra. Una película de categoría máxima supondrá el pago, por parte del cine, de 3.13€ en primera semana; 3.02€ en segunda, 2.91€ en tercera…
Si la película, una vez estrenada, obtiene resultados (en espectadores semanales) inferiores a lo inicialmente previsto, el distribuidor revisa la categoría y, en consecuencia, los importes a cobrar, que pasan a ser más bajos (los pertenecientes a una categoría de película inferior).
Si, por el contrario, la película se cataloga por debajo de lo que resulte ser su rendimiento real, entonces el distribuidor rectifica al alza y aplica los “per cápita” previstos para la película de categoría superior.
La cantidad por espectador a liquidar por el cine viene a sustituir al ya explicado porcentaje de taquilla. De hecho, según sea el precio medio del cine, ese “per cápita” le permitirá beneficiarse del sistema (si su precio medio es superior al de referencia) o le supondrá un sobre coste en el Film Rent ciertamente preocupante.
Para las películas de categoría máxima, los 3.13€ en primera semana suponen un 56.8% sobre el precio de referencia (5.51€); los 3.02 en segunda, un 54.8% y los 2.91 en tercera un 52.8%.
Veamos un ejemplo práctico para ver la diferencia entre un sistema y otro. Imaginemos un cine que estrena la película de categoría máxima a la cual acuden, en primera semana, 3.000 espectadores. Su precio medio es de 6.00€.
Con el sistema de porcentajes, tendría que liquidar al distribuidor el 60% de la recaudación (18.000€). Pagaría 10.800€.
Con el sistema “per cápita” pagaría, de esa misma semana y película, 3.13€ por cada espectador (un 52% de su precio medio), es decir, 9.390€. En este caso, el cine se beneficia en un 13%. Se ahorra 1.410€ en esa semana.
Si el cine, en cambio, tiene un precio medio de 4.5€ y ha reunido también a 3.000 espectadores, su recaudación habrá sido de 13.500€ y el 60% del sistema “tradicional” le supondría pagar 8.100€.
Con el sistema “per cápita” tendría que pagar los mismos 3.13€ por cada espectador (un 69.5% de su precio medio). Es decir los mismos 9.390€ que el otro cine. Eso sí, su Film Rent será un 16% más alto de que hubiese sido y habrá pagado, esa semana, 1.290€ más.
Por tanto, el distribuidor, en ciertos casos ingresará menos y en otros muchos ingresará más. A buen seguro que en el cómputo final no se dejará dinero por el camino.
Podemos intuir algunas de las motivaciones que han llevado a los distribuidores a decantarse por éste sistema. Yo apunto, fundamentalmente, dos. Por un lado, con éste sistema, se evita tener que estar pendiente de los precios medios de los cines, circuitos o provincias, muy dispares entre sí. Consecuentemente, deja de tener que preocuparse de las políticas de precio que cada cine aplique de cara a sus clientes, tema éste que en los últimos años se ha generalizado dando lugar a algún abuso. En cualquier caso, el exhibidor, con el sistema “per cápita”, sabe de antemano a qué atenerse. Sabe lo que pagará por cada espectador por lo que, a partir de ahí, podrá aplicar los precios de taquilla que considere más oportunos sabiendo que si esto le supone una reducción en su precio medio eso no le supondrá un menor importe a liquidar a su proveedor de películas.
Por otro lado, el distribuidor se evita un procedimiento farragoso: la solicitud de abonos y la concesión (más o menos parcial) de los mismos. Se acaban así interminables faxes y correos electrónicos pidiendo revisiones; horas para repasar las recaudaciones en cuestión y decidir hasta dónde se atiende la reclamación; enviar los pertinentes abonos (si los ha habido) y generar las nuevas facturas. Y otra vez el mismo proceder si el exhibidor persiste en su reclamación. Menos papeleo, menos burocracia, menos horas improductivas.
¿Qué consecuencias se pueden prever de la implantación del nuevo sistema? Yo identifico dos muy inmediatas.
Los cines con un precio medio inferior al de referencia sólo tendrán dos salidas: Mantener precios (si consideran que de otra forma pierden clientela) les supondrá verdaderas dificultades para subsistir. Difícilmente un cine puede soportar un incremento de su Film Rent vistas las cuentas de resultados y el plan de negocio de la exhibición. Muy probablemente el distribuidor ya ha previsto que una parte de los cines o bien no se sumarán al sistema (y, por tanto, dejarán de ser sus clientes) o bien cesarán su actividad. En cualquier caso, en sus cuentas, esas pérdidas deben quedar sobradamente compensadas por los incrementos que se generarán con el resto de la actividad y con los beneficios que el nuevo sistema supone a todos los efectos.
La otra opción: subir precios hasta, como mínimo, el precio medio de referencia. Esta solución se adoptará con la incógnita de si eso puede suponer pérdida de clientes y en qué medida: saber si una reducción de espectadores puede quedar compensada con el incremento de recaudación. Sólo se sabrá una vez tomada la decisión. De hecho, el distribuidor está “invitando” a éstos cines a tomar esta decisión si quiere seguir en el mercado con todas las películas al alcance de sus clientes.
Los cines que tengan un precio superior al de referencia tendrán la tentación de aumentar aún más los mismos y a hacerlo cuanto antes. Así, y hasta que finalice el año, se beneficiarán de un Film Rent inferior, cosa que su cuenta de resultados agradecerá enormemente. Hasta ahora, una subida de precios suponía, a su vez, un incremento en la partida de costes de materia prima (película): más ingresos, más a pagar al distribuidor, que se lleva un porcentaje directo de la taquilla
¿Subirán precios planteándose si puede perder clientes con esa medida? Está por ver pero yo me atrevería a identificar unas cuantas empresas con peso específico en el mercado que no dudarán ni un instante en subir precios convencidos de que sus clientes no les penalizarán por ello. Eso sí, al inicio del nuevo año, esas subidas quedarán recogidas en el nuevo precio de referencia para el nuevo curso. Pero entonces habrá doce largos meses (u once, o diez, depende del momento) para volver a subir precios y beneficiarse, de nuevo, de un Film Rent más bajo.
Se generará, por tanto, una espiral inflacionista a mi modo de ver nada recomendable en un momento como el actual. Si lo que acaba sucediendo es una subida general de precios, por un motivo o por otro, hubiese sido más deseable que, al menos, eso supusiese una reducción del Film Rent en las empresas exhibidoras, no sólo en algunos circuitos con fuerte implantación en zonas cinematográficamente punteras y desarrolladas.
Puede parecer loable que la distribución haya dedicado tiempo y esfuerzo intelectual a diseñar un nuevo sistema de facturación pero creo que hubiese sido más fructífero acordar antes medidas tendentes a mejorar la explotación global del producto que, como consecuencia, favoreciesen un mayor consumo del mismo, tales como la reducción de títulos a estrenar (menor masificación), optimización de la calidad media de las películas (mejor selección de aquello que se estrena) o revisión del número de copias, medidas todas ellas que permitirían estancias en cartel más prolongadas lo que beneficiaría al exhibidor (permitiéndole reducir su Film Rent a base de semanas de proyección y mejorando sus promedios de ocupación por sala) y al espectador, que tendría más tiempo y mejor producto para elegir.
Algunos (sonoros) excesos en la aplicación de ciertas políticas de precios no deben impedir entender que también hay cines, circuitos, cuyo objetivo es incrementar la asistencia a las salas a base de ofertar, de forma razonable, transparente y honesta, descuentos a grupos determinados (niños, mayores) y en franjas (o días) de baja ocupación. Esas propuestas no necesariamente han supuesto una drástica reducción del precio medio y, en cambio, si han permitido mejorar la asistencia. Como tantas veces, acaban pagando justos por pecadores. Suerte al nuevo sistema. Suerte a todos.
2 comentarios:
Varias asociaciones de empresarios de cine estan luchando contra la implantacion de este sistema.
Publicado el 29/7/09 en CINE por la RED.
La Asociacion de Empresarios de Cine de Andalucia , tras varias comunicaciones con Warner Bross Pictures International españa en las que trasladaba a dicha distribuidora la preocupacion de sus asociados por sus nuevas formulas de contratacion y facturacion per capita, ha presentado una denuncia contra esa compañia ante la Comision Nacional de la Competencia. "por imposicion de condiciones abusivas y unificacion de precios de compra en el territorio nacional".La denuncia ha sido presentada a traves del letrado Jose Eugenio Soriano, que ya obtuvo del Tribunal de Defensa de la Competencia una resolucion favorable a favor de la exhibicion en sus conflictos con la distribucion. Paralelamente, varios exhibidores de Andalucia ya han recibido noticias de que a partir del 28 de agosto, dejaran de recibir copias y material publicitario de esta distribuidora. Todo esto es , segun informan los exhibidores andaluces consecuencia de la negativa de Warner Bross a negociar las nuevas condiciones , cuya aceptacion impone a los exhibidores para continuar proyectando sus peliculas a partir de de dicha fecha . La asociacion señala que la decision de retirar un producto cinematografico de esta importancia "hace un daño grave" a la exhibicion andaluza y "lesiona" los derechos de los espectadores de esa region. Tambien dice que hara "los mayores esfuerzos para reconducir esta situacion".
Noticia aparecida en el diario LEVANTE del 13 de junio 2009
LOS CINES RECHAZAN LA NUEVA TARIFA DE LA WARNER Y AVISAN QUE SUBIRAN PRECIOS
-La Asociacion Valenciana de Empresarios de Cine ha manifestado su "preocupacion" ante "la nueva tarifa que la distribuidora Warner pretende implantar". En un comunicado, la patronal, señala que el actual precio de las peliculas se basa en un porcentaje de lo recaudado, mientras que la citada empresa, dice, quiere imponer una cantidad fija por espectador--dependiendo de la categoria del filme--que "en muchos casos es superior al porcentaje actual". Segun la nota , el nuevo sistema ha de aceptarse en Agosto. Ante ello, "se tendria que subir el precio de la entrada", advierten.
Me gustaria que me dieras tu opinion sobre la respuesta de los exhibidores. Gracias
Estoy medio de vacaciones pero voy a meditar sobre lo que me mandas y te daré mi opinión en breve. Muchas gracias por tu interés y por los artículos aportados. Veo que, al menos, cuando hice mi análisis más de un año atrás, no iba tan desencaminado en las posibles consecuencias de la implantación del sistema.
Lo dicho: lo maduro un poquito y te contesto.
Publicar un comentario