lunes, 22 de marzo de 2010

'AVATAR', EL 3D Y LA DIGITALIZACIÓN

Justo en vísperas de que AVATAR tenga que abandonar las salas donde se exhibe en 3D tras quince semanas desde su estreno parece el momento más apropiado para reflexionar sobre el efecto del 3D en la taquilla y el futuro de la digitalización.

Me permito empezar con un halago a las cifras acumuladas de AVATAR, que tengo la sensación de que han estado algo ninguneadas a pesar de su dimensión histórica. En su conjunto lleva recaudados, aproximadamente, 2.668 millones de dólares en todo el mundo. Son más de 800 millones por encima de su inmediata seguidora, TITANIC. Si ajustásemos la recaudación de ésta última a la inflación desde la fecha de su estreno se situaría en casi 3.000 millones. Sea como sea, por tanto, estamos ante un fenómeno comercial de primerísimo nivel. No vale con decir que eso ya se esperaba. Muchos títulos con enormes perspectivas no han llegado tan alto ni de lejos. Y otros que sí han sido exitazos en su mercado doméstico no lo han sido en todo el mundo. Y AVATAR sí es uno de esos fenómenos globales.

De ese total mundial, algo más de un 27% corresponde al mercado norteamericano (unos 737 millones de dólares) mientras el 73% restante proviene de los demás territorios internacionales. Es una proporción excepcionalmente alta para el resto del mundo lo que confirma esa dimensión global del éxito de AVATAR. Tampoco España deja de sorprender con sus resultados: cerca de 98,5 millones de dólares (más de 72,9 millones de euros), récord absoluto de recaudación se mire como se mire, que suponen un 3,7% de la taquilla mundial, un 5,1% del mercado internacional y un excelente 13,3% del mercado norteamericano. Sin un gran trabajo de lanzamiento publicitario a nivel mundial y local, preparado minuciosamente por Fox en todo el mundo desde muchos meses antes del estreno (y más que criticado por algunos que auguraban un batacazo comercial sin precedentes), y sin una buena tarea de colocación de copias, éstas cifras no hubiesen sido posibles. A descubrirse, por tanto, ante unos números espectaculares que han ayudado a la taquilla en su conjunto a presentar resultados históricos con lo que de efecto contagio eso conlleva (sí, éste tipo de eventos hacen buenas a algunas de sus competidoras) y han hecho volver a las salas a un buen número de espectadores que habían abandonado ese sano hábito desde tiempo atrás.

Pero el análisis no sería completo ni ajustado si no observamos que esas cifras de recaudación vienen muy condicionadas por la exhibición de una parte de las copias en sistema digital 3D, las cuales conllevan un sobreprecio considerable en el coste de la entrada lo que implica que, en número de espectadores, el éxito, sin dejar de ser abrumador, tendría otras lecturas.

En éstos momentos existen unas 110.000 pantallas modernas de cine en todo el mundo. De ellas, aproximadamente 16.500 (un 15%) están digitalizadas y de éstas, unas 9.000 (cerca del 55% del total de digitales y un 8% del total de pantallas) están preparadas para exhibir cine en 3D.

En Estados Unidos, aproximadamente un 10% del total de sus 39.000 pantallas están preparadas para exhibir cine en 3D (unas 3.800) mientras en España son unas 250 salas las que pueden exhibir en sistema tridimensional digital, algo más del 6% de las 4.000 pantallas activas.

Estas cifras sólo valen para la fotografía de éste instante pues el panorama cambia día a día, incrementándose el número total de salas digitalizadas constantemente. Y más rápido que se incrementarán en el futuro más próximo como iremos viendo.

De AVATAR sabemos que, en España (sirva nuestro mercado como ejemplo), aproximadamente un 25% de las copias estrenadas (que supusieron el 30% de las pantallas gracias a las ventajas de la nueva tecnología que permite usar un mismo soporte para más de una descarga) han generado un 55% del total de espectadores y entorno al 65% de la recaudación total. También sabemos que el precio medio de las entradas en 3D digital ha sido un 40% superior al de las entradas para exhibiciones analógicas en 35 mm.

Otro ejemplo muy cercano: de los 300 millones de dólares de que lleva recaudados ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS en el mercado internacional (sin la parte del norteamericano) un 72% proviene de las copias en 3D.

La película de James Cameron ha sido la culminación de un proceso que aspiraba a que éste título sólo se estrenase en salas con proyectores digitales equipados con 3D. El lento ritmo de digitalización ha obligado a modificar los plazos pero no a cambiar los planes en su conjunto. Volviendo de nuevo a España, apenas dos años antes del estreno de AVATAR, BEOWULF se estrenaba con 7 copias en 3D sobre un total de 450; un año después, BOLT llegaba con 30 copias en 3D sobre 442 y el verano pasado, UP, colocaba 141 copias en 3D de las 602 en que se estrenó en todo el país. Era evidente que, a medida que se acercaba la fecha de AVATAR, más y más cines quisieron estar preparados para ofrecer a sus clientes la película en su formato más espectacular.

Se constata, por tanto, que el 3D es el que ha estado tirando de la digitalización, a la vista de la buena acogida que el el sistema está teniendo entre los espectadores y la aceptación generalizada del sobreprecio en el coste de las entradas.

Ante ésta realidad los estudios están aprovechando para llenar el calendario de estrenos en formato digital 3D. Y aquí es donde empiezan los problemas.

El elevado coste de equipar una cabina de proyección con un aparato adecuado (entorno a 120.000€ por unidad hasta el momento aunque ya hay ofertas en el mercado por debajo de los 80.000€) ha impedido que los exhibidores pudiesen instalar más de una máquina por complejo. Sólo los más potentes han conseguido que en sus cines más grandes haya dos o tres salas con la nueva tecnología. Hasta el momento, casi todas las instalaciones en España (por no decir la totalidad) han sido sufragadas por los propios empresarios de la exhibición (lo que en momentos de crisis financiera y restricción del crédito tiene su mérito), que no se han acogido a los modelos de financiación apadrinados por los estudios, los ya famosos Virtual Print Fee (VPF), en virtud de los cuales una empresas intermediarias (las integradoras o terceras partes) ofrecen al exhibidor la posibilidad de financiar los proyectores digitales a un coste muy inferior al de adquisición directa. Esta ventajosa oferta no es fruto de la benevolencia gratuita de los distribuidores sino que viene motivada por ser ellos los más beneficiados económicamente en la extensión de la digitalización por los grandes ahorros en costes de tiraje de copias, transporte, almacenaje y destrucción de las mismas que ello va a suponer.

Ante ese panorama era impensable hacer coincidir simultáneamente en cartelera más de un título con máximas aspiraciones comerciales. El número y la ubicación de las salas equipadas con digital 3D lo impedía: si estaba AVATAR ocupando las salas (y generando una recaudación más que importante en casi todas ellas) no cabía otro estreno en 3D que quisiese tener presencia masiva. Pero el calendario tiene sus limitaciones y las ambiciones (legítimas) de cada distribuidora parecen no querer darse cuenta. Si se quiere volver, en cierto modo, al viejo sistema en que el exhibidor tenía que decidirse por un título u otro si éstos coincidían en la fecha de estreno, allá cada cual. Pero no parece razonable forzar así las cosas vista la realidad del mercado, que lo es (complejos multisala que ofrecen casi todo el producto de estreno disponible a un precio más que aceptable para sus proveedores), porque todos lo han querido, especialmente los grandes distribuidores a quienes salía muy a cuenta ésta modalidad de funcionamiento.

Por tanto, cuesta entender que el viernes próximo se estrene CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN (Paramount) con el máximo de copias en 3D que el mercado pueda aceptar y que cinco días después (¡¡cinco, ni una semana de margen!!) llegue con las mismas pretensiones FURIA DE TITANES (Warner) título que, por cierto, no fue rodado ni inicialmente pensado para estrenar en 3D pero que parece haberse sumado a la fiebre del momento sin mayores problemas. Todos aquellos cines que no dispongan de más de una sala en 3D (la abrumadora mayoría hoy por hoy), ¿qué deben hacer? ¿Elegir una y renunciar a la otra (privando a sus espectadores de esa posibilidad)?; ¿combinar sesiones de uno y otro título (solución que seguro no aceptan de buen grado ni uno ni otro distribuidor)? Y eso sin mencionar aquellos que tendrán que dar por finalizada la explotación de AVATAR cuando seguramente les seguiría encajando en su programación durante unas cuantas semana más.

Si eso es lo que nos espera a una semana vista, ¿qué pasará en julio cuando SHREK: FELICES PARA SIEMPRE (Paramount, estreno día 9) sólo tenga tres semanas para explotar el 3D antes de la llegada de TOY STORY 3 (Walt Disney, estreno día 30)? Ya no hablamos de una guerra entre una de animación y otra de acción real que es una “conversa” al 3D sino de dos pesos pesados: las apuestas más importantes del año de las dos compañías que más recaudan con títulos de animación, los cuales han estado pensados desde el inicio para ser exhibidos en 3D.

Y de cara a Navidad el panorama no sólo no mejora sino que empeora: 19 de noviembre HARRY POTTER Y LAS RELIQUIAS DE LA MUERTE (Parte 1) (Warner); una semana después, RAPUNZEL (Walt Disney, 26 de noviembre); una semana después MEGAMIND (Paramount, 3 de diciembre) y dos semanas después, el 17 de diciembre, otras tres el mismo día: GUARDIANS OF GA'HOOLE (Warner), TRON. THE LEGACY (Walt Disney) y EL OSO YOGI (Warner).

Es evidente que o se multiplican por mucho el número de salas con 3D (sobre todo que haya varias por ubicación) en los próximos meses o éste calendario no se puede cumplir. Habrá cambios de fecha o algún título tendrá que modificar su plan de negocio y calcular los ingresos por 3D muy a la baja.

Justo ahí es donde los modelos de financiación VPF emergen como la solución más factible. Muchos exhibidores querrán ampliar su oferta de salas digitales. Para ello deberán buscar sistemas de financiación que les permitan abordar tal apuesta sin que su modelo de negocio se tambalee. Y si hay que digitalizar, las integradoras sabrán hacerles ver que mejor para muchas salas que para pocas.

Los expertos en el tema (buena parte de los cuales se dieron cita en Barcelona a principios de mes en la conferencia internacional organizada por el ICAA en el marco de la presidencia española de la Unión Europea) afirman que el punto de inflexión se sitúa en el 60% del parque de salas modernas digitalizadas. El 40% restante cae por su propio peso. Y auguran que eso se debe conseguir en un plazo que oscilará entre 2 y 3 años (los más conservadores lo llevan hasta 5 en el plazo más largo).

No parece que haya vuelta atrás. Las integradoras, para espantar ciertos miedos entre los exhibidores europeos, juran y perjuran que los modelos VPF no limitan ni la capacidad operativa de los cines ni su absoluto control sobre los contenidos que vayan a exhibir (por si acaso, antes de firmar, que se aseguren de éstos extremos...), ya sean éstos cinematográficos o alternativos (de entre las ventajas del sistema digital destacan tanto la posibilidad de ganar en eficacia en la programación de sesiones como el exhibir eventos diversos -deportes, ópera, etc.- que permitan ingresos adicionales). Sea como sea los exhibidores tendrán que revisar su modelo de negocio para ver si encaja con sus perspectivas de futuro.

Este panorama puede valer (con sus matizaciones) para el 85% de las salas de España (fundamentalmente las que están situadas en complejos de más de dos pantallas). El 15% restante tendrán que estudiar modelos alternativos pues la mayoría de modelos VPF exigen unos niveles de rotación en las copias exhibidas que hacen económicamente inviable el acceso a los mismos a cines independientes de pantalla única o similares. La solución pasará por agrupaciones entre ellos (para negociar acuerdos VPF más asequibles) y por las ayudas públicas, ya sea con facilidades de acceso al crédito (mediante los bancos públicos o los avales) o con subvenciones directas. Éstas ayudas pueden provenir del ámbito local, autonómico, estatal o comunitario pero deberán ser prudentes (estar muy bien justificadas) para evitar contravenir normas de defensa de la competencia.

No sólo ciertos cines corren el riesgo de quedarse al margen del proceso. También los distribuidores independientes deberán sumarse a los acuerdos VPF (o similares) si no quieren tener dificultades a la hora de programar sus estrenos en las salas que ya tengan esos acuerdos firmados (dificultades no tanto de poder acceder a los cines sino de tener que compensar económicamente al exhibidor o a la integradora de turno en unos términos que desconoce y que pueden suponerle un inconveniente financiero imprevisto).

En resumen: en los próximos años (ahora sí parece que no habrá muchos más retrasos) se concretará la digitalización de la inmensa mayoría del parque de pantallas. Que el periodo de transición sea lo más ágil y rápido y lo menos traumático es lo primordial. Y a ello deben entregarse empresas del sector y administraciones públicas afectadas.

Cambiará la forma de distribuir. Como consecuencia del desarrollo de las nuevas tecnologías se modificarán los canales a través de los cuales se consuman las películas. Y muy probablemente se acortarán las llamadas ventanas de distribución (el tiempo que se tarda en comercializar el DVD y sus variantes tras el estreno en cine y el que pasa hasta la emisión por televisión). Pero de momento nada hace pensar que el cine deje de ser el gran escaparate para todos esos otros negocios.

Se trata, por tanto, de estar ahí (adaptarse a las nuevas tecnologías y a los nuevos hábitos que ello conlleve) y de saber sacar el máximo de cada novedad: si los distribuidores se ahorran mucho con la eliminación de las copias e ingresan más con la reducción de las ventanas de comercialización y con la suma de nuevos canales de distribución, los exhibidores deberán exigir sus compensaciones al ser parte muy directamente implicada y afectada por todas esas decisiones: mejores condiciones en el coste de alquiler de las películas y mayor flexibilidad en la programación (de todo tipo de contenidos) parecen las primeras monedas de cambio en la negociación. En eso están. Suerte a todos.