jueves, 15 de abril de 2010

LA NUEVA DISTRIBUCIÓN (1)

Acababa mi último artículo refiriéndome a la nueva forma de distribuir que se avecina. Y centraba la atención en la digitalización y la reducción de las ventanas tradicionales de distribución como causas fundamentales de los cambios que nos esperan.

Creo imprescindible profundizar en éste tema. No está nada claro cuál será el escenario final. Hay muchos y muy variados intereses en juego. Y la fuerza de quienes los defiendan puede ser determinante para valorar el resultado a que se llegue. Sí parece seguro que veremos cambios muy sustanciales. Y no muy tarde.

El primer gran debate es el de la digitalización. Ya hemos visto cuáles son las claves del proceso pero conviene centrarse en un punto del mismo: hoy por hoy es el 3D el que está tirando de la instalación de equipos digitales. Las taquillas presentan mejores resultados que los años precedentes fundamentalmente gracias a los ingresos de los estrenos en 3D (cuyas entradas son sustancialmente más caras). No se suman más espectadores pero se frena la pérdida de los últimos años. Sería (bajo mi punto de vista) una más que buena noticia si bien surge una pregunta que podría condicionar todo el debate: ¿pasará de moda?

Esos buenos resultados han generado multitud de encargos por parte de exhibidores de todo el mundo y ahí surge uno de los primeros problemas: las empresas que deben suministrar máquinas al mercado no dan abasto (o dicen no dar). Consecuencia: nervios y esperas en muchos exhibidores. Y los nervios vienen porque cuanto más tarde se instale la máquina más tiempo se tardará en amortizar su coste de adquisición. Y nadie sabe cuanto tiempo durará ésta fiebre por el 3D. Saltamos así al segundo problema.

Leía hace unas semanas un artículo en la prensa norteamericana en que el articulista se echaba las manos a la cabeza por el hecho de que, de promedio, el coste adicional por una entrada en 3D fuese del 26% en Estados Unidos. Invitaba a sus lectores on line a participar y no hace falta decir que prácticamente todos ellos se quejaban de ese sobreprecio (entre otras cosas, pues ya sabemos que la queja es práctica habitual de casi todos nosotros para casi todos los temas cuando nos dan oportunidad de opinar). La conclusión era que de cara a futuras experiencias, los espectadores se pensarán dos veces la película por la que deben pagar tal diferencia.

No sé cómo habría reaccionado el periodista si supiese que en España no suele bajarse del 40% en el precio adicional para una entrada en 3D. Si la experiencia no es extraordinaria el espectador empezará a ser selectivo. Quizás no todos ellos y quizás no todos a la vez. Pero puede ser el inicio del fin del “efecto novedad”. ¿Supondrá eso el fin del cine en 3D? No parece probable. Pero sí puede limitar a ese tipo de exhibición a cierto tipo de títulos. Si ese “cansancio” llega, ¿será antes de que los equipos estén amortizados? (Miedos así pueden llevar a algunos exhibidores a apostar por sistemas de proyección en 3D compatibles con sus proyectores tradicionales de 35 mm. Sería una solución temporal pero no creo que suficiente a largo plazo).

Quizás ésta reflexión debería llevar a los exhibidores a pensar en el digital como algo más que aquello que les permitirá tener copia en 3D de la nueva entrega de HARRY POTTER (que también) y verlo como algo necesario de cara al día que los estudios decidan estrenar todo su producto en soporte digital (no necesariamente en 3D), que llegará (por la suma de dinero que se ahorrarán respecto al sistema actual de distribución para estrenos en cines), y como algo que les permitirá una programación más flexible que combine proyección de películas y contenidos alternativos. La vida seguirá. Con 3D y sin 3D. Pero casi todo en digital. Guste o no. Y ahí tienen que entrar las administraciones, para garantizar que no se queden fuera de éste nuevo panorama cines que no pertenezcan a grandes circuitos y no puedan costearse la adquisición del proyector digital ni por sus propios medios ni accediendo a acuerdos de VPF.

Precisamente la digitalización y el 3D han servido de argumento y excusa para poner en funcionamiento nuevas prácticas que pueden acabar cambiando el panorama de la distribución como hoy lo conocemos.

La insistencia en extender la digitalización y, con ella, también el 3D, venía justificada, entre otras, por dos razones de peso: el ahorro en producción, transporte, almacenaje y destrucción de copias y por la mayor seguridad frente a la copia ilegal, a la piratería. Éste último punto, a su vez, ha sido una de las razones en que se ha apoyado Disney para proponer la reducción de un mes en la ventana de distribución que separa al estreno en cines del estreno en DVD de la versión dirigida por Tim Burton de ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS. Llegamos así al otro gran tema de debate.

Yendo a los orígenes de la historia, nada más llegar al más alto cargo ejecutivo de The Walt Disney Company, Bob Iger hizo unas declaraciones (que causaron un primer terremoto en la industria cinematográfica) en que apostaba por un futuro (próximo) en que las ventanas entre los distintos canales de distribución fuesen cada vez más cortas. Tuvo que matizar y, en cierto modo, dar marcha atrás pero ya había abierto el juego.

En los últimos meses hemos visto cómo han ido dejando la compañía muchos nombres importantes en su historia reciente. Se dice que la razón principal es que los nuevos gestores provienen del mundo televisivo y eso implica otra mentalidad y otra forma de entender los negocios. ¿Es esa razón suficiente para que haya habido tal desbandada? Me cuesta creer que profesionales como Mark Zoradi (por poner sólo un ejemplo), uno de los máximos responsable de la expansión internacional de Buena Vista, no tenga la capacidad de asimilar los nuevos retos y las nuevas estrategias comerciales de la compañía. Estamos hablado de gente muy preparada, bregada en muchas batallas y con una mentalidad muy abierta. Sea por lo que sea, están fuera. Y parece que dejando réplicas en los territorios. Lástima.

La cuestión es que esa nueva mentalidad, según un artículo de Patrick Goldstein en Los Angeles Times publicado el pasado 22 de marzo, parece querer entender las películas como eventos mediáticos y no sólo como productos para las salas. (Yo, sinceramente, creo que eso es algo que viene siendo así desde hace mucho tiempo y no sólo en Disney. Sólo hay que echar un vistazo al line-up de las distribuidoras multinacionales para darse cuenta). Eso justificaría todos los experimentos para reducir las ventanas.

Lo que es evidente es que un estreno en DVD (o en cualquiera de sus variantes, como puede ser el Video On Demand) o en televisión (en cualquiera de sus modalidades) más cercano al estreno en salas permitiría a las distribuidoras rentabilizar mejor y más rápido las altas sumas invertidas en las campañas de lanzamiento. La consecuencia, ingresos más rápidos y menos opciones a las descargas ilegales. El argumento parece consistente. “Manda el dinero”, decía Goldstein que era el lema de los estudios ante los nuevos tiempos. Y defendía que la primera prueba de que van por el buen camino sería justamente el estreno de ALICIA en Estados Unidos.

Todo el mundo ligado de una u otra forma al sector cinematográfico ha sabido que Disney iba a estrenar la película con esa condición novedosa (un mes menos de tiempo entre la llegada a las salas y la salida en DVD). Tal ha sido el ruido mediático que incluso los consumidores (de cine y de DVD) se habían enterado de tal realidad.

Amenaza de por medio de los exhibidores británicos, acuerdo entre las partes y estreno. Resultado, récords de taquilla por todas partes. No parece, por tanto, que haya habido demasiadas deserciones de los cines para esperar al DVD. Visto así el asunto, “caso cerrado” que Goldstein decía haber oído de un jefe de estudio a la vista de las cifras de apertura de ALICIA.

Pero en medio de todo ésto siguen estando los circuitos de exhibición. Mientras el cine siga siendo no sólo el escaparate sino el punto de venta donde más inversiones ha habido que hacer (y no digamos ahora con la digitalización, aunque ayuden los estudios) algo tendrán que decir. De momento han levantado la voz para oponerse a la reducción de ventanas y han conseguido mejores condiciones de contratación para ALICIA (y, en cierto modo, la han “castigado” en Esyados Unidos sacándola de multitud de salas en 3D ante el estreno de CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN, de su máxima competidora Dreamworks, a pesar de las excelentes recaudaciones que estaba promediando en la mayoría de ellas tras tres semanas en cartel). Goldstein apuntaba más posibilidades. Tanto para avanzar en la reducción de ventanas como en la compensación a los exhibidores.

Vale la pena, no obstante, detenerse en uno de los argumentos de quienes defienden esa reducción de plazos: la inmensa mayoría de los títulos concentran el 80% de su taquilla final en las tres primeras semanas de exhibición. Así las cosas, ¿por qué respetar las 16 semanas entre cine y DVD? Haciendo lectura entre líneas, ¿por qué incluso aguantar las 12 de la discordia actual? Quienes así opinan (Goldstein a la cabeza) prevén la oposición de los exhibidores a más recortes o, cómo no, a la simultaneidad de estrenos en diferentes ventanas. Para eso también tiene soluciones.

Lo de ALICIA no dejaría de ser una prueba, algo casi inocente comparado con el escenario a que se podría (o debería, según quien esté detrás de la propuesta) avanzar: hay muchos títulos que no precisarían de las salas para ser disfrutados en su totalidad, aquellos que no destacan por sus efectos especiales o espectacularidad de filmación. Esos títulos se podrían consumir en la pantalla de casa y simultáneamente con el estreno en cines. ¿Que los exhibidores se opondrán? Se les hace partícipe, en lo económico, de tal nuevo panorama. ¿Cómo? Con mejores condiciones de contratación y/o recibiendo una parte del dinero que le costase al espectador doméstico ver la película de turno simultáneamente si se comprueba que ello supone un descenso en la asistencia a las salas.

Goldstein incluso propone precio: tarifa de 22,95$ por cada Video On Demand en estrenos simultáneos. Y de ahí a repartir con los exhibidores si es preciso. Tengo la sensación de que Goldstein no sólo habla por sí mismo sino que está haciendo de portavoz de los intereses de ciertas grandes corporaciones. O sea, que por ahí podrían ir los tiros en el futuro.

De ser así, es fácil deducir que el número de títulos a estrenar exclusivamente en salas disminuiría notablemente por lo que sobrarían muchas pantallas. Para llegar a eso, ¿hace falta correr a gastar millones en digitalizar? Como me decía días atrás un prestigioso profesional de nuestro país aún volveremos a ver los grandes cines de pantalla única del centro de las ciudades con grandes colas para ver tal o cual título digital 3D. Sería el cierre del círculo: las multisalas acabaron con los grandes cines y éstos pueden acabar siendo el refugio final ante la escasez de producto para llenar tantas salas. Tendría su gracia, ¿verdad? No hay que descartar nada pero ese escenario parece, hoy por hoy, un tanto exagerado.

Amortizar las inversiones en lanzamiento y reducir el riesgo futuro de la piratería podrían no ser el único motivo para proponer ese recorte en los plazos de las ventanas de distribución. Podría ser, a su vez, la reacción ante los efectos devastadores que la práctica de las descargas ilegales está teniendo ya para el negocio de los estudios. En Corea del Sur ya no existe red de distribución de DVD de las multinacionales como consecuencia del hundimiento del mercado a causa de la piratería. El siguiente país donde podrían tomarse medidas similares no es otro que España. Ante tales amenazas no sería de extrañar que los estudios hayan querido buscar alternativas que, a su vez, ejerzan como señal de alarma para las administraciones que tienen capacidad normativa al respecto.

No olvidemos que hasta hace muy poco tiempo los ingresos generados por el DVD suponían más del 50% del total generado por las películas. Perder todo o casi todo ese negocio pondría en cuestión el modelo con que los estudios recuperan sus inversiones en producción cinematográfica. Los efectos de las descargas ilegales en la industria discográfica están muy vivos. De ahí las soluciones encontradas (los portales de descarga legal que en países como Estados Unidos funcionan a satisfacción pero que en otros como España siguen inexplicablemente sin despegar) y las propuestas (el recorte de las ventanas y los estrenos simultáneos con coste para el cliente doméstico).

La gran duda es si todas éstas medidas llegan a tiempo o si la vía de agua es ya demasiado profunda. Quizás parte del daño sea ya incurable pero quede la oportunidad de salvar ciertos muebles (el VOD, los portales legales...).

Continuará...

4 comentarios:

Gonzalo Martín dijo...

Pau:

Yo creo que seguir lamentándose por las descargas enfocándose en la destrucción del negocio es una mirada pobre por parte de quienes la tienen. Lo que no se puede hacer es llorar para pedir el cambio de legislación mientras no se hace con decisión la apuesta a otro modelo de distribución. Es duro, lo sé, porque hay quienes van a perder con toda seguridad. La pregunta no puede residir en cómo defiendo el DVD, ni en cómo defender los precios y márgenes del DVD en online porque eso es imposible. La pregunta es cómo hacer productos que combinen otras fórmulas de ingresos y cómo se asienta una experiencia de uso en el hogar que permita desarrollar modelos de negocio más parecidos a la televisión que al pago por uso.

Dices muy bien algo que para mi tiene mucho sentido: sobra producto para salas. La experiencia de ver en el hogar muchísimos de los títulos que llegan no es peor que la de acudir al cine, con los costes de ir al cine vivos: elegir y acertar entre tanta alternativa de ocio, transporte y, para algunos, la cada día más molesta costumbre de los espectadores por llegar tarde, hablar por el móvil y contar la película en voz alta: el efecto wow del 3D - lo que dure - reduce esos costes y atrae a los que van pocas veces al año. Muchísimo del cine destinado a adultos y con narrativas clásicas gusta de ver, pero no tiene urgencia social de ser visto, ni siquiera aporta mucho verlo en el cine: van generaciones acostumbradas a ver el cine en casa, con buenas pantallas y buen sonido. "El secreto de sus ojos" visto en las pequeñas pantallas de un multicine del circuito de Macho no es mucho mejor experiencia que en casa. Diría más: seguro que se ve más a gusto en casa. El consumidor habitual de cine de autor, no puede abarcar todo lo que se ve si tiene que ir cada fin de semana, pero creo que estaría encantado de ponerse al día desde casa en una oferta de un clic si tiene una buena experiencia de uso. Filmin tiene el catálogo, pero no goza de la infraestructura de mercado para generalizarlo. Pero nos queda el glamour emocional de la sala y su aporte de marketing como referencia, el resorte interno de los propios directores a la sala oscura como mito: la propia industria debiera trabajar por transformar eso, al menos la del producto pequeño, y dar por bueno el salir directamente al hogar: quitarle la mala reputación a no pasar por sala. No es sencillo, pero a largo plazo lo veo inevitable por mucho que ahora la sala sea la excusa para obtener hueco en prensa y telediarios.


(Sigue)

Gonzalo Martín dijo...

(2)

En un mundo digital, la distribución será digital en el cine y en el hogar. En España no tiran los portales de cine en mi opinión porque los catálogos no invitan, el marketing de los sitios es flojo, la experiencia de uso falla bastante, las pasarelas de pago han sido engorrosas (el sms es más cómodo, pero ha tardado en llegar y la operadora se queda con casi todo) es un país que prefiere en general la publicidad al pago, la cobertura de banda ancha es baja, cuesta bastante que la gente conecte sus ordenadores o conexiones a la red a sus televisores y el hábito generalizado de acudir a Megaupload hace el resto. Añadiría: ¿diferencia en su experiencia de uso la gente entre cine y series de televisión cuando está en su casa? La oferta debiera integrar todos los tipos de producto. Piensa que un portal como Hulu sirve a una población de 350 millones y está apoyado por las grandes empresas en términos de marketing y catálogo. Aquí tenemos 46 millones - con lo que supone de diferencia de escala - y ningún apoyo de esa dimensión. Netflix funciona en su versión online con catálogo menos fresco que en su versión física, pero tiene una base de clientes enorme habituada a su servicio de subscripción. El online es un upgrade de un consumo ya acostumbrado a pagar con regularidad una tarifa con el mismo hábito del cable. ¿Debieran los portales españoles integrarse en infraestructuras europeas al tiempo que los contratos de derechos se negocian de un golpe para toda la UE, por ejemplo? Eso reduce costes de hosting y ancho de banda, que sigue siendo caro. La división por territorios por culpa de los contratos del mundo off, reduce oportunidades.

Los portales de pago tienen precios muy bajos en España. Lo cual es coherente: suprimidos los costes de distribución física no es posible defender los precios de un DVD de lanzamiento. El drama para la recuperación del coste de las películas (sobre todo del gran cine de distribución, porque el cine independiente, el de arte y ensayo o en general el cine español no tienen tanta suerte) es muy grande, pero creo que no hay retorno y lo que vivimos son unos serios costes de adaptación porque lo nuevo no acaba de nacer.

(sigue)

Gonzalo Martín dijo...

(3, y perdón por la extensión)

Yo veo inevitable el recorte de ventanas y puede que su pura extinción y no sé qué pueden hacer los exhibidores por evitarlo más que retrasarlo, lo que no quiere decir que las cosas no se repitan, no haya pases y pases en las teles, etc. Reducir ventanas supone aumentar el espacio de ingresos controlados. La concentración de ingresos en pocas semanas y la desvalorización de los títulos convirtiéndose todo en catálogo también en pocas semanas es un hecho. Crear eventos mediáticos, crear eventos en comunidades concretas es, como dices, la clave de la atención de la gente y la disposición a prestar atención. Y, en ese entorno, la suma de experiencias de contenido en varios entornos y la prolongación de las historias en series y secuelas parecen recursos comerciales inevitables. El recurso a las marcas debiera subir en un entorno de maxifragmentación televisiva: no todo puede ser Up in the air, pero debiéramos ver muchas más cosas como esa: para American Airlines la piratería, más difusión, es en teoría beneficiosa, lo que debe traducirse en otro esquema de trabajo del productor. La publicidad también cambia y todo choca con sus hábitos: quieren campañas cortas y alta concentración de público. A medida que los públicos no se concentran masivamente en un sitio y evitan ver la publicidad, tiene que haber otros diseños. Tampoco es infinita.

Otro tema a abordar es la reducción de costes: sospecho que solo son viables productos de enormes presupuestos - por su carácter mediático - y productos de muy bajo presupuesto. Los costes de los medios tecnológicos siguen bajando y la aparición de técnicos más polivalentes otro hecho, el desarrollo de herramientas colaborativas es emergente: para la producción de autor es el camino.

Pero la transición es muy dura. Y creo que hay que mirar más al conjunto de la industria audiovisual que al cine aisladamente, una de sus ramas: tengo la sensación de que la fusión de experiencias y formatos se irá produciendo en un entorno de cada vez más hiperabundancia de contenidos que tienen extensiones en muchos medios.

Gonzalo Martín dijo...

Mil perdones, Juan, te he llamado Pau (por Pau Brunet), es que os leo a los dos. Si te he hecho una escabechina con los comentarios, por favor suprímelos.