miércoles, 21 de abril de 2010

LA NUEVA DISTRIBUCIÓN (y 2)

Ante éste panorama (el volumen de negocio en riesgo para los estudios es enorme) los exhibidores aparecen como una víctima colateral casi inevitable. De ahí que sea imprescindible pensar en cómo recompensarles si las medidas a aplicar afectan también a su modelo de negocio.

Parece a todas luces necesario que los gobiernos adopten medidas para regular la actividad en la red y para reducir los efectos perniciosos de las descargas ilegales. Francia, España, la Unión Europea, entre otros, están por esa labor con la permanente y contundente oposición de asociaciones de internautas y bloggers. Todas las posturas son respetables y a todas hay que escuchar para aprender y extraer conclusiones positivas. Pero a mi me cuesta muchísimo entender que haya que aceptar las descargas ilegales como parte del juego. Portales de descarga legal a precios asequibles, estrenos exclusivos y/o simultáneos en la red por decisión de productores y distribuidores (previo acuerdo con exhibidores si es el caso), de acuerdo. Pero medidas claras y urgentes en contra de quienes se aprovechan de internet para usos ilícitos, también.

La crisis en la industria del disco supuso el fin de las tiendas en las calles, el descenso brutal de las ventas de discos, la preponderancia de los conciertos en vivo y la aparición de portales para compras legales a través de la red. Todo ello ha supuesto una drástica reducción de la facturación del sector y una notabilísima reducción de las estructuras de las empresas discográficas.

De todo ésto han tenido que aprender los estudios cinematográficos. Empezando por pensar si el elevado (a veces casi prohibitivo) precio de los discos fue el origen de todo lo que vino después. Ciertos paralelismos ya se han producido: las tiendas (en su caso de discos, en el nuestro los videoclubs) se han hundido y con ellas las ventas del soporte físico (en su caso los CD's, en el nuestro los DVD's). Los recortes en las estructuras también han llegado: primero reduciendo a la mínima expresión las divisiones de vídeo y actualmente integrándolas en muchos casos a las de cine. El objetivo sería salvar éstas de la quema.

Volviendo a las soluciones que apunta Goldstein (estrenos en muchos casos simultáneos en cine y VOD con tarifas elevadas para los consumidores domésticos) son un aviso para navegantes que convendría valorar en su justa medida. No es un broma. Es un globo sonda que da una idea de por dónde pueden ir los intereses de los estudios (o de algunos de ellos).

Los grandes distribuidores han marcado siempre el ritmo de por dónde debía moverse el mercado. Cuando quisieron recuperar con rapidez sus grandes inversiones en lanzamiento decidieron que el público debía tener la película a su alcance desde el primer día de estreno. Así se acabó con la exclusividad de los propietarios de grandes salas en las grandes ciudades y se pasó a estrenar en multitud de poblaciones a la vez. Resultado, mucha mayor facturación para las distribuidoras (más espectadores, a mayor porcentaje por concentrarse en las primeras semanas y recogida mucho más rápida). La consecuencia lógica fue la invasión de las multisalas. Todos (los cines) querían tenerlas todas (las películas) el mismo día. Sólo eso garantizaba no perder clientes. Daba igual el precio. Las distribuidoras, encantadas.

Luego vino el momento en que muchos de esos cines perdieron fuerza (excesiva y descontrolada proliferación muchas veces mal calculada) y se produjeron uniones, absorciones, compras (y algún que otro cierre) que dieron como resultado circuitos que eran casi imprescindibles para garantizar el éxito de un estreno comercial. Ahí se ha producido un punto de inflexión y ciertos exhibidores han podido empezar a pedir (exigir) un mejor trato en el precio por parte de las distribuidoras (no se veía algo así desde aquellos años en que no había estrenos simultáneos y los cines de las grandes ciudades podían negociar las condiciones de contratación desde una posición de más fuerza).

Ahí estamos en éstos momentos. Con las grandes distribuidoras aceptando rebajar sus ingresos. Será porque entienden que la cuerda se había tensado demasiado, será porque necesitan la complicidad con los exhibidores (especialmente con los grandes circuitos, aquellos donde se concentra la mayor parte del negocio) ante los elevados costes de la digitalización que tanto parece interesarles (de no ser así, a santo de qué habrían pertreñado eso de las terceras partes y los acuerdos de Copia Virtual o VPF) o será porque les necesitan tranquilos ante un nuevo escenario en la distribución de contenidos el cual podría haberse empezado a dibujar con ALICIA.

Lo cierto es que en un mercado como el de España las condiciones para abordar soluciones conjuntas parecen ser hoy mucho más apropiadas que apenas una década atrás. La época en que las relaciones entre distribuidores y exhibidores venían marcadas por reproches y enfrentamientos constantes parece cada vez más lejana. La llegada de profesionales con mayor amplitud de miras y espíritu dialogante a ambos lados de la mesa debe permitir aunar esfuerzos para mejorar resultados y salvar el mercado. Al menos el cinematográfico o lo que quede de él.

No es bueno ponerse a hacer de adivino. Pero a pesar de las negras predicciones que con frecuencia se ciernen sobre el sector, yo creo que quedan años por delante antes de certificar la defunción de las salas y los estrenos. Es más que probable que tengamos que asistir a una reducción significativa del número de salas. Hoy por hoy son casi 4.000 las que tiene actividad en España. Quizás tuvieran que desaparecer un millar de las mismas, la mayoría de las cuales no deberían ser necesariamente las de pantalla única en zonas rurales (aquellas que precisarán de una u otra forma la ayuda pública para acometer la digitalización) sino parte de las nacidas como consecuencia del crecimiento irracional y descontrolado de finales de los noventa. Una reducción de salas que debería ir acompañada, inexcusablemente, de un significativo descenso en el número de títulos estrenado cada año.

Hemos visto cómo en los últimos 15 años se ha llegado en España a un techo de 147 millones de espectadores (año 2001) y a un suelo de 108 (año 2008). Es posible que haya que pensar en un mercado de 100 millones de entradas. Como veremos, un pastel, aún así, nada despreciable.

El precio medio en la actualidad estaría alrededor de 6€ para salas de exhibición tradicional y se situaría en algo más de 8€ para salas equipadas con 3D. Imaginemos un escenario próximo en que el 70% de los espectadores (70 millones de entradas) consumiesen películas en 2D (en un mercado ya digitalizado) a un precio medio de 7€ y el 30% restante (30 millones de espectadores de 3D) lo hiciese a un precio medio de 10€. El resultado sería una taquilla global de 790 millones de euros (el 38% de los cuales provendría del 3D), lo que supondría un crecimiento del 17% respecto a la taquilla total actual. Estas cifras, con un parque de 3.000 salas, implicarían un promedio de unos 260.000€ y 30.000 espectadores por pantalla frente a los 170.000€ y 27.500 espectadores de la actualidad. Cualquier escenario con más peso del resultado final del 3D o con precios medios más elevados incrementaría los promedios presentados. Estaríamos, en cualquier caso, ante un mercado con una dimensión y unos números mucho más racionales.

Encaramos, por tanto, un futuro incierto. Distribuidores y exhibidores tendrán que hablar y negociar más que nunca. Con intereses diversos pero con algún objetivo común absolutamente trascendental. Tendrán, unos y otros, que acometer cambios en sus estructuras. Las distribuidoras de los grandes estudios apostarán por menos personal en las estructuras en los territorios, fusionando divisiones (cine y DVD fundamentalmente) y dando más peso a los equipos de marketing frente a los de ventas (aunque a muchos les cueste aceptarlo ésta es la realidad del momento). Quizás veamos también personal más gestor y menos ejecutivo en los puestos de máxima responsabilidad en los territorios, con menos capacidad de decisión local frente a las directrices de las oficinas regionales.

Veremos nuevas operaciones de venta en la exhibición. Grandes circuitos cambiando de propietarios, en su conjunto o por partes, pasando a ser gestionados por grupos con intereses empresariales que vayan más allá de la específica exhibición cinematográfica. La proyección de contenidos alternativos (aprovechando las grandes ventajas de la digitalización y el 3D) puede pasar a ser prioritaria en algunos casos. Y podemos ver grandes acuerdos de exclusividad entre los estudios y determinadas cadenas de exhibición para ciertos estrenos a cambio de una mayor participación de los circuitos en los beneficios que la película pueda generar en canales diferentes al theatrical como el VOD o el merchandising.

Habrá quien considere éste proceso un peligro, el dramático fin de muchas cosas tal y como las hemos entendido en las últimas décadas. Algunas cartas están ya boca arriba. Toca jugar. Y para eso toca pensar, toca arriesgar y tocará decidir. Yo lo veo como un reto en el que aquellos que participen deberán agudizar el ingenio y su capacidad de raciocinio. ¿No os parece sencillamente apasionante?

jueves, 15 de abril de 2010

LA NUEVA DISTRIBUCIÓN (1)

Acababa mi último artículo refiriéndome a la nueva forma de distribuir que se avecina. Y centraba la atención en la digitalización y la reducción de las ventanas tradicionales de distribución como causas fundamentales de los cambios que nos esperan.

Creo imprescindible profundizar en éste tema. No está nada claro cuál será el escenario final. Hay muchos y muy variados intereses en juego. Y la fuerza de quienes los defiendan puede ser determinante para valorar el resultado a que se llegue. Sí parece seguro que veremos cambios muy sustanciales. Y no muy tarde.

El primer gran debate es el de la digitalización. Ya hemos visto cuáles son las claves del proceso pero conviene centrarse en un punto del mismo: hoy por hoy es el 3D el que está tirando de la instalación de equipos digitales. Las taquillas presentan mejores resultados que los años precedentes fundamentalmente gracias a los ingresos de los estrenos en 3D (cuyas entradas son sustancialmente más caras). No se suman más espectadores pero se frena la pérdida de los últimos años. Sería (bajo mi punto de vista) una más que buena noticia si bien surge una pregunta que podría condicionar todo el debate: ¿pasará de moda?

Esos buenos resultados han generado multitud de encargos por parte de exhibidores de todo el mundo y ahí surge uno de los primeros problemas: las empresas que deben suministrar máquinas al mercado no dan abasto (o dicen no dar). Consecuencia: nervios y esperas en muchos exhibidores. Y los nervios vienen porque cuanto más tarde se instale la máquina más tiempo se tardará en amortizar su coste de adquisición. Y nadie sabe cuanto tiempo durará ésta fiebre por el 3D. Saltamos así al segundo problema.

Leía hace unas semanas un artículo en la prensa norteamericana en que el articulista se echaba las manos a la cabeza por el hecho de que, de promedio, el coste adicional por una entrada en 3D fuese del 26% en Estados Unidos. Invitaba a sus lectores on line a participar y no hace falta decir que prácticamente todos ellos se quejaban de ese sobreprecio (entre otras cosas, pues ya sabemos que la queja es práctica habitual de casi todos nosotros para casi todos los temas cuando nos dan oportunidad de opinar). La conclusión era que de cara a futuras experiencias, los espectadores se pensarán dos veces la película por la que deben pagar tal diferencia.

No sé cómo habría reaccionado el periodista si supiese que en España no suele bajarse del 40% en el precio adicional para una entrada en 3D. Si la experiencia no es extraordinaria el espectador empezará a ser selectivo. Quizás no todos ellos y quizás no todos a la vez. Pero puede ser el inicio del fin del “efecto novedad”. ¿Supondrá eso el fin del cine en 3D? No parece probable. Pero sí puede limitar a ese tipo de exhibición a cierto tipo de títulos. Si ese “cansancio” llega, ¿será antes de que los equipos estén amortizados? (Miedos así pueden llevar a algunos exhibidores a apostar por sistemas de proyección en 3D compatibles con sus proyectores tradicionales de 35 mm. Sería una solución temporal pero no creo que suficiente a largo plazo).

Quizás ésta reflexión debería llevar a los exhibidores a pensar en el digital como algo más que aquello que les permitirá tener copia en 3D de la nueva entrega de HARRY POTTER (que también) y verlo como algo necesario de cara al día que los estudios decidan estrenar todo su producto en soporte digital (no necesariamente en 3D), que llegará (por la suma de dinero que se ahorrarán respecto al sistema actual de distribución para estrenos en cines), y como algo que les permitirá una programación más flexible que combine proyección de películas y contenidos alternativos. La vida seguirá. Con 3D y sin 3D. Pero casi todo en digital. Guste o no. Y ahí tienen que entrar las administraciones, para garantizar que no se queden fuera de éste nuevo panorama cines que no pertenezcan a grandes circuitos y no puedan costearse la adquisición del proyector digital ni por sus propios medios ni accediendo a acuerdos de VPF.

Precisamente la digitalización y el 3D han servido de argumento y excusa para poner en funcionamiento nuevas prácticas que pueden acabar cambiando el panorama de la distribución como hoy lo conocemos.

La insistencia en extender la digitalización y, con ella, también el 3D, venía justificada, entre otras, por dos razones de peso: el ahorro en producción, transporte, almacenaje y destrucción de copias y por la mayor seguridad frente a la copia ilegal, a la piratería. Éste último punto, a su vez, ha sido una de las razones en que se ha apoyado Disney para proponer la reducción de un mes en la ventana de distribución que separa al estreno en cines del estreno en DVD de la versión dirigida por Tim Burton de ALICIA EN EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS. Llegamos así al otro gran tema de debate.

Yendo a los orígenes de la historia, nada más llegar al más alto cargo ejecutivo de The Walt Disney Company, Bob Iger hizo unas declaraciones (que causaron un primer terremoto en la industria cinematográfica) en que apostaba por un futuro (próximo) en que las ventanas entre los distintos canales de distribución fuesen cada vez más cortas. Tuvo que matizar y, en cierto modo, dar marcha atrás pero ya había abierto el juego.

En los últimos meses hemos visto cómo han ido dejando la compañía muchos nombres importantes en su historia reciente. Se dice que la razón principal es que los nuevos gestores provienen del mundo televisivo y eso implica otra mentalidad y otra forma de entender los negocios. ¿Es esa razón suficiente para que haya habido tal desbandada? Me cuesta creer que profesionales como Mark Zoradi (por poner sólo un ejemplo), uno de los máximos responsable de la expansión internacional de Buena Vista, no tenga la capacidad de asimilar los nuevos retos y las nuevas estrategias comerciales de la compañía. Estamos hablado de gente muy preparada, bregada en muchas batallas y con una mentalidad muy abierta. Sea por lo que sea, están fuera. Y parece que dejando réplicas en los territorios. Lástima.

La cuestión es que esa nueva mentalidad, según un artículo de Patrick Goldstein en Los Angeles Times publicado el pasado 22 de marzo, parece querer entender las películas como eventos mediáticos y no sólo como productos para las salas. (Yo, sinceramente, creo que eso es algo que viene siendo así desde hace mucho tiempo y no sólo en Disney. Sólo hay que echar un vistazo al line-up de las distribuidoras multinacionales para darse cuenta). Eso justificaría todos los experimentos para reducir las ventanas.

Lo que es evidente es que un estreno en DVD (o en cualquiera de sus variantes, como puede ser el Video On Demand) o en televisión (en cualquiera de sus modalidades) más cercano al estreno en salas permitiría a las distribuidoras rentabilizar mejor y más rápido las altas sumas invertidas en las campañas de lanzamiento. La consecuencia, ingresos más rápidos y menos opciones a las descargas ilegales. El argumento parece consistente. “Manda el dinero”, decía Goldstein que era el lema de los estudios ante los nuevos tiempos. Y defendía que la primera prueba de que van por el buen camino sería justamente el estreno de ALICIA en Estados Unidos.

Todo el mundo ligado de una u otra forma al sector cinematográfico ha sabido que Disney iba a estrenar la película con esa condición novedosa (un mes menos de tiempo entre la llegada a las salas y la salida en DVD). Tal ha sido el ruido mediático que incluso los consumidores (de cine y de DVD) se habían enterado de tal realidad.

Amenaza de por medio de los exhibidores británicos, acuerdo entre las partes y estreno. Resultado, récords de taquilla por todas partes. No parece, por tanto, que haya habido demasiadas deserciones de los cines para esperar al DVD. Visto así el asunto, “caso cerrado” que Goldstein decía haber oído de un jefe de estudio a la vista de las cifras de apertura de ALICIA.

Pero en medio de todo ésto siguen estando los circuitos de exhibición. Mientras el cine siga siendo no sólo el escaparate sino el punto de venta donde más inversiones ha habido que hacer (y no digamos ahora con la digitalización, aunque ayuden los estudios) algo tendrán que decir. De momento han levantado la voz para oponerse a la reducción de ventanas y han conseguido mejores condiciones de contratación para ALICIA (y, en cierto modo, la han “castigado” en Esyados Unidos sacándola de multitud de salas en 3D ante el estreno de CÓMO ENTRENAR A TU DRAGÓN, de su máxima competidora Dreamworks, a pesar de las excelentes recaudaciones que estaba promediando en la mayoría de ellas tras tres semanas en cartel). Goldstein apuntaba más posibilidades. Tanto para avanzar en la reducción de ventanas como en la compensación a los exhibidores.

Vale la pena, no obstante, detenerse en uno de los argumentos de quienes defienden esa reducción de plazos: la inmensa mayoría de los títulos concentran el 80% de su taquilla final en las tres primeras semanas de exhibición. Así las cosas, ¿por qué respetar las 16 semanas entre cine y DVD? Haciendo lectura entre líneas, ¿por qué incluso aguantar las 12 de la discordia actual? Quienes así opinan (Goldstein a la cabeza) prevén la oposición de los exhibidores a más recortes o, cómo no, a la simultaneidad de estrenos en diferentes ventanas. Para eso también tiene soluciones.

Lo de ALICIA no dejaría de ser una prueba, algo casi inocente comparado con el escenario a que se podría (o debería, según quien esté detrás de la propuesta) avanzar: hay muchos títulos que no precisarían de las salas para ser disfrutados en su totalidad, aquellos que no destacan por sus efectos especiales o espectacularidad de filmación. Esos títulos se podrían consumir en la pantalla de casa y simultáneamente con el estreno en cines. ¿Que los exhibidores se opondrán? Se les hace partícipe, en lo económico, de tal nuevo panorama. ¿Cómo? Con mejores condiciones de contratación y/o recibiendo una parte del dinero que le costase al espectador doméstico ver la película de turno simultáneamente si se comprueba que ello supone un descenso en la asistencia a las salas.

Goldstein incluso propone precio: tarifa de 22,95$ por cada Video On Demand en estrenos simultáneos. Y de ahí a repartir con los exhibidores si es preciso. Tengo la sensación de que Goldstein no sólo habla por sí mismo sino que está haciendo de portavoz de los intereses de ciertas grandes corporaciones. O sea, que por ahí podrían ir los tiros en el futuro.

De ser así, es fácil deducir que el número de títulos a estrenar exclusivamente en salas disminuiría notablemente por lo que sobrarían muchas pantallas. Para llegar a eso, ¿hace falta correr a gastar millones en digitalizar? Como me decía días atrás un prestigioso profesional de nuestro país aún volveremos a ver los grandes cines de pantalla única del centro de las ciudades con grandes colas para ver tal o cual título digital 3D. Sería el cierre del círculo: las multisalas acabaron con los grandes cines y éstos pueden acabar siendo el refugio final ante la escasez de producto para llenar tantas salas. Tendría su gracia, ¿verdad? No hay que descartar nada pero ese escenario parece, hoy por hoy, un tanto exagerado.

Amortizar las inversiones en lanzamiento y reducir el riesgo futuro de la piratería podrían no ser el único motivo para proponer ese recorte en los plazos de las ventanas de distribución. Podría ser, a su vez, la reacción ante los efectos devastadores que la práctica de las descargas ilegales está teniendo ya para el negocio de los estudios. En Corea del Sur ya no existe red de distribución de DVD de las multinacionales como consecuencia del hundimiento del mercado a causa de la piratería. El siguiente país donde podrían tomarse medidas similares no es otro que España. Ante tales amenazas no sería de extrañar que los estudios hayan querido buscar alternativas que, a su vez, ejerzan como señal de alarma para las administraciones que tienen capacidad normativa al respecto.

No olvidemos que hasta hace muy poco tiempo los ingresos generados por el DVD suponían más del 50% del total generado por las películas. Perder todo o casi todo ese negocio pondría en cuestión el modelo con que los estudios recuperan sus inversiones en producción cinematográfica. Los efectos de las descargas ilegales en la industria discográfica están muy vivos. De ahí las soluciones encontradas (los portales de descarga legal que en países como Estados Unidos funcionan a satisfacción pero que en otros como España siguen inexplicablemente sin despegar) y las propuestas (el recorte de las ventanas y los estrenos simultáneos con coste para el cliente doméstico).

La gran duda es si todas éstas medidas llegan a tiempo o si la vía de agua es ya demasiado profunda. Quizás parte del daño sea ya incurable pero quede la oportunidad de salvar ciertos muebles (el VOD, los portales legales...).

Continuará...